«A Perón y Evita, ¿cuántos días los tuvieron? Tres días, tres días y medio. Esto daba para más tiempo», explica Héctor Rodríguez a su compañero.
Con «esto» se refiere al velorio de Diego Armando Maradona, el ídolo argentino que murió este 25 de noviembre por un infarto y cuya despedida, de apenas medio día, pasó de ser una celebración a lo que acá llaman «un quilombo», una caótica sucesión de imprevistos.
Desde la madrugada del jueves, miles de personas se trasladaron al centro de Buenos Aires para decirle adiós a su caudillo, a pesar de que para ello tuvieron que hacer filas por más de dos horas, saltarse el distanciamiento social derivado del coronavirus e, incluso, no tener garantizada la posibilidad de despedirse del que para ellos fue «Dios», o, al menos, el «mejor de todos los tiempos».
La comparación con Juan Domingo y Eva Perón, quizá los políticos más importantes de la historia del país, sirve para dimensionar la figura del exfutbolista: Diego Maradona está a la altura de símbolos que marcaron a Argentina porque el Pelusa, a su manera, pateando o no la pelota, también lo hizo.
«El pueblo argentino está acá queriendo entrar y queriéndolo ver al más grande del mundo, al ‘barrilete cósmico’, al ‘pibe de oro'», explica Rodríguez. Delante de él, miles de personas esperan, a más de siete cuadras de la Casa Rosada, para hacer lo que Rodríguez sí pudo: despedirse del 10.
Fuente: bbc.com